COMPASIÓN
La Compasión es una de las virtudes más
importantes, sencillamente porque nos pone en perspectiva de los problemas del
otro y, por tanto, en disposición de
poder ayudar con más garantías de que nuestra ayuda sirva de algo.
La Compasión se puede decir sin duda alguna que
hace mejor a las personas y al mundo.
En primer lugar, y aunque no estemos de acuerdo
del todo, vamos a ver lo que entiende el diccionario sobre este valor:
1. Sentimiento de conmiseración, pena o lástima
hacia quienes sufren penas, calamidades o desgracias:
es un pobre desgraciado que merece compasión.
es un pobre desgraciado que merece compasión.
compasivo, va
adj. Que siente compasión
ante las desgracias ajenas.
Que fácilmente se compadece de los demás:
eres demasiado compasivo con ese indeseable.
eres demasiado compasivo con ese indeseable.
Sin embargo si nos vamos a las raices
de esta palabra, podemos encontrar una definición que creemos más acertada y
amplia que la que da el diccionario:
La compasión (del latín cumpassio) quiere decir literalmente
"sufrir juntos", tratar con emociones , es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento
de otro ser.
La compasión es más intensa que la empatía,
la compasión describe el entendimiento
del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de
aliviar o reducir su sufrimiento, y es
este deseo de ayuda el que le da aún más
valor si cabe.
Nunca la
debemos confundir con el sentimiento de
piedad. La piedad es perdonar a alguien
por lástima o pena. Sin embargo,
la compasión no es sentir pena es el deseo de ayudar de manera
desinteresada porque nos ponemos en lugar del otro y sentimos su dolor.
Se dice que El Apóstol San Pablo afirmaba que la compasión es
"reír con los que ríen y llorar con los que lloran", enlazando el
valor de la compasión con la idea de compartir.
Estas palabras enfatizan más bien la virtud de la empatía.
El sentimiento de compasión se ha asociado a un sentimiento pasivo de lástima o pena ante la desgracia que nos produce el dolor de otro, pero nada más alejado de su significado más auténtico. Y es que tenemos que tener muy claro que este sentimiento está más asociado con la solidaridad que con la pena y la lástima. Así, la solidaridad, como positiva actitud de generosidad y cuidado de los demás resulta psicológicamente incomprensible sin el motivo de la compasión.
Es necesario enseñar al niño que sea compasivo ante la enfermedad, las penurias, las malas situaciones y realidades de otras personas. ¿Cómo educar a los niños a que sean compasivos?:
El sentimiento de compasión se ha asociado a un sentimiento pasivo de lástima o pena ante la desgracia que nos produce el dolor de otro, pero nada más alejado de su significado más auténtico. Y es que tenemos que tener muy claro que este sentimiento está más asociado con la solidaridad que con la pena y la lástima. Así, la solidaridad, como positiva actitud de generosidad y cuidado de los demás resulta psicológicamente incomprensible sin el motivo de la compasión.
Es necesario enseñar al niño que sea compasivo ante la enfermedad, las penurias, las malas situaciones y realidades de otras personas. ¿Cómo educar a los niños a que sean compasivos?:
Los padres así como los
educadores son los primeros responsables
en llevar a los niños a aprender de la compasión. Tienen diversas
herramientas que pueden usar para enseñarlos a cultivar este importante valor.
A continuación ponemos
algunos ejemplos:
1- Los cuentos infantiles son una buena vía para despertar sentimientos
de compasión en los niños.
2- Los padres deben enseñar valores como la compasión, con el ejemplo,
siendo compasivos y haciendo visita y compañía a un vecino o amigo enfermo, o a
los abuelos.
3- Los educadores también deben enseñar la compasión con el ejemplo,
siendo compasivos con los alumnos que tienen problemas
para aprender.
4- Es importante hablar a los niños sobre la compasión, sobre lo
fundamental que es tender la mano a la persona que tenga alguna discapacidad o dificultad. Que no
basta con sentir aflicción o pena, que hay que prestar ayuda y auxilio.
5- También hay que llevar a los niños a que sientan compasión por los
que piden limosnas en las calles, por los que no tienen nada que comer, por los
animales abandonados e indefensos... e intentar
ayudarles de alguna forma.
6- Es recomendable trabajar la compasión también en actividades
infantiles como los dibujos
para colorear. Jugando también se aprende. Colorear o pintar
dibujos que reflejen sentimientos y actitudes compasivos, puede ayudar a los
niños a interiorizar este valor.
7- En los juegos, los niños
también pueden despertar sentimientos de compasión hacia la decepción y la frustración
sentida por los que perdieron la partida, como también hacia los que se cayeron
o los que no pudieron, por algún impedimento, participar.
La
compasión se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y
padecimientos, con una actitud permanente de servicio.
Parece ser que la compasión sólo puede tenerse en
algunos momentos de nuestra vida, con aquellos que han caído en desgracia y los
desvalidos. La capacidad de conmovernos ante las circunstancias que afectan a
los demás se pierde día a día, recuperar esa sensibilidad requiere acciones
urgentes para lograr una mejor calidad de vida en nuestra sociedad.
Compadecerse es una forma de compartir y participar de los tropiezos materiales, personales y espirituales que aquejan a los demás, con el interés y la decisión de emprender acciones que les faciliten y ayuden a superar las condiciones adversas.
Diariamente ocurren todo género de desgracias: las fuerzas naturales, la violencia entre los hombres y los accidentes. En casos tan lamentables la compasión nos mueve a realizar campañas, colectas o prestar servicios para apoyar en las labores de ayuda humanitaria.
Ante todo, debe quedar claro que tener compasión y sentir lástima no es lo mismo. Contemplamos la desgracia muchas veces como algo sin remedio y sentimos escalofrío al pensar que sería de nosotros en esa situación, sin hacer nada, a lo mucho pronunciamos unas cuantas palabras para aparentar condolencia.
Compadecerse es una forma de compartir y participar de los tropiezos materiales, personales y espirituales que aquejan a los demás, con el interés y la decisión de emprender acciones que les faciliten y ayuden a superar las condiciones adversas.
Diariamente ocurren todo género de desgracias: las fuerzas naturales, la violencia entre los hombres y los accidentes. En casos tan lamentables la compasión nos mueve a realizar campañas, colectas o prestar servicios para apoyar en las labores de ayuda humanitaria.
Ante todo, debe quedar claro que tener compasión y sentir lástima no es lo mismo. Contemplamos la desgracia muchas veces como algo sin remedio y sentimos escalofrío al pensar que sería de nosotros en esa situación, sin hacer nada, a lo mucho pronunciamos unas cuantas palabras para aparentar condolencia.
Por otra parte, pasa el tiempo y vemos con asombro la indiferencia que poco a poco envuelve a los seres humanos, los contratiempos ajenos parecen distantes, y mientras no seamos los afectados todo parece marchar bien. Este desinterés por los demás se solidifica y nos hace indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio bienestar.
Sin embargo, son las personas que nos rodean quienes necesitan de esa compasión que comprende, se identifica y se transforma en actitud de servicio. Podemos descubrir este valor en diversos momentos y circunstancias de la vida, tal vez pequeños, pero cada uno contribuye a elevar de forma significativa nuestra calidad humana:
- Quien
visita al amigo o familiar que ha sufrido un accidente o padece una grave
enfermedad, más que lamentar su estado, está pendiente de su recuperación, en
sus visitas regulares procura llevar alegría y tener momentos agradables.
- La reacción comprensiva de un padre o madre de familia ante las faltas de los hijos, por inmadurez, descuido o una travesura deliberada, reprenden, animan y confían en la promesa de ser la última vez que ocurra...
- La reacción comprensiva de un padre o madre de familia ante las faltas de los hijos, por inmadurez, descuido o una travesura deliberada, reprenden, animan y confían en la promesa de ser la última vez que ocurra...
- En la escuela el profesor que consciente de la edad y las circunstancias particulares, corrige sin enojo pero con firmeza la indisciplina de sus alumnos, o pone todos los recursos al alcance para sacar adelante a ese joven con dificultades en el estudio.
- Los jóvenes que participan en actividades de asistencia social en comunidades marginadas, asisten con la ilusión de enseñar doctrina a los niños, festejan y animan a todos en el juego de balompié, conviven sin reparar en lo descuidado de su aspecto y sus modales...
- Toda persona en la oficina que roba tiempo a sus ocupaciones para explicar, enseñar y hacer entender a sus compañeros las particularidades de su labor, conocedor de su necesidad de trabajo y de la importancia del trabajo en conjunto.
Con el valor de la compasión se reafirman y
perfeccionan otros valores: Generosidad y Servicio por poner a disposición de
los demás el tiempo y recursos personales; Sencillez porque no se hace
distinción entre las personas por su condición; Solidaridad por tomar en sus
manos los problemas ajenos haciéndolos propios; Comprensión porque al ponerse
en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda desinteresada.
Aunque la compasión nace en el interior como una profunda convicción de procurar el bien de nuestros semejantes, debemos crear conciencia y encaminar nuestros esfuerzos a cultivar este valor tan lleno de oportunidades para nuestra mejora personal:
- Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Procura comprender que muchas veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no permitas que los demás "se las arreglen como puedan" y haz lo necesario para ayudarles.
- Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos, determina cómo puedes ayudar y ejecuta tus propósitos.
- Centra tu atención en las personas, en sus necesidades y carencias, sin discriminarlas por su posición o el grado de efecto que les tengas.
- Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o esperar cualquier forma de retribución, lo cual sería soberbia e interés.
- Visita centros para la atención de enfermos, ancianos o discapacitados con el firme propósito de llevar medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará a ser útil de verdad.
Es tan enriquecedora la compasión porque va más allá de los acontecimientos y las circunstancias, se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y padecimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia, haciendo a un lado el inútil sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo.
Aunque la compasión nace en el interior como una profunda convicción de procurar el bien de nuestros semejantes, debemos crear conciencia y encaminar nuestros esfuerzos a cultivar este valor tan lleno de oportunidades para nuestra mejora personal:
- Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Procura comprender que muchas veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no permitas que los demás "se las arreglen como puedan" y haz lo necesario para ayudarles.
- Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos, determina cómo puedes ayudar y ejecuta tus propósitos.
- Centra tu atención en las personas, en sus necesidades y carencias, sin discriminarlas por su posición o el grado de efecto que les tengas.
- Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o esperar cualquier forma de retribución, lo cual sería soberbia e interés.
- Visita centros para la atención de enfermos, ancianos o discapacitados con el firme propósito de llevar medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará a ser útil de verdad.
Es tan enriquecedora la compasión porque va más allá de los acontecimientos y las circunstancias, se enfoca en descubrir a las personas, sus necesidades y padecimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia, haciendo a un lado el inútil sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo.